Somos mucho más que un cuerpo físico. La mayoría de los seres humanos desconoce cuáles son los distintos cuerpos que nos integran, cómo se relacionan, cómo funcionan y cuáles son sus diversas interacciones. Es muy importante conocer que más allá del cuerpo físico existe una interconexión, una dinámica maravillosa entre los distintos cuerpos; que estos se comunican e influyen uno sobre otro. Desde el cuerpo más sutil (el cuerpo divino), hasta el más denso (el cuerpo físico), envuelven al alma y se constituyen en el vehículo para descubrir el sentido de nuestro recorrido en esta existencia terrenal. Por todo ello, es de vital importancia que conozcamos y comprendamos los sistemas complejos que constituyen nuestros cuerpos para abordar una propuesta de alimentación más consciente.
En primer lugar, recordemos que tenemos siete cuerpos. En este artículo nos detendremos a revisar el cuerpo físico que nos permite experimentar la vida y mantenerla, a través de los sentidos. Los sistemas circulatorio, respiratorio, digestivo, endocrino y musculoesquelético de nuestro cuerpo físico se mantienen por la acción de los distintos chacras. Los chacras son vórtices de energía que alimentan estos sistemas, que a su vez están influenciados por los cuerpos mental, emocional o causal, o cuerpo de intuición, o por el más luminoso: el cuerpo divino o alma.
En nuestro cuerpo físico tenemos la glándula pineal que nos permite conectarnos con ese caudal energético de los cuerpos sutiles, y es capaz de restaurar y mantener la armonía entre todos los cuerpos. El doctor Joe Dispenza, experto en quiropráctica, ha aportado una increíble investigación a la medicina moderna acerca de la activación de las funciones de esta maravillosa glándula, a partir de la propia experiencia de autocuración y regeneración de su cuerpo, después de un trágico accidente que lo dejó cuadripléjico.
La medicina tradicional china, y la ayurveda de la India, son medicinas que se basan en el conocimiento de esas redes energéticas o canales, o nadis, que mantienen nuestra estructura mental, emocional y física en equilibrio, y en el conocimiento de la alineación de esos distintos cuerpos. Estos saberes ancestrales han logrado implementar procedimientos, tales como ejercicios, lavados, masajes, alimentación, prácticas de meditación, acupuntura, moxibustión, orientación y activación, limpieza del cuerpo energético, entre otras.
Las últimas investigaciones de las neurociencias han aportado datos muy valiosos sobre la relación que tiene nuestro cerebro con la microbiota intestinal, dejándonos conocer la importancia del cuidado del cuerpo y de una alimentación que no solo mantenga nuestra estructura, sino que ayude a desarrollar otros sistemas necesarios para la vida.
La doctora Nazaret Castellanos, médica española neurocientífica, quien ha dedicado su vida a investigar las funciones cerebrales, hace un análisis muy interesante sobre la relación Cerebro-Intestino, aportando datos claves para profundizar en el tema de la alimentación consciente y el cuidado de la microbiota intestinal.
Con base en el concepto de Holobionte (entidad formada por la asociación de distintas especies), la doctora Castellanos ha confirmado que existen diferentes microorganismos que interactúan de diversas formas en nuestros sistemas corporales, por ejemplo, en las mucosas vaginales, orales e intestinales, o en nuestra piel (órgano de secreción que se relaciona con el colón), y descubrió la relación que existe entre nuestra salud y esos bichitos que viven en el colón. Es decir, ella confirmó lo que la medicina china sabe hace 5000 años; que lo que ocurre en el intestino influye en la calidad de los neurotransmisores, en especial la serotonina, que es la hormona de la “felicidad”. Con pacientes que sufren de depresión, se ha venido trabajando esa relación cerebro-intestino, y se han obtenido resultados increíbles, simplemente activando el resonador del 39 de Estómago (Xiajuxu - vacío inmenso superior), que va directo al cerebro y activa la serotonina.
La gran revolución de la investigación científica consiste en haber descubierto esa relación de la microbiota con el cerebro. Nosotros tenemos no solo cinco sentidos, sino otros sentidos internos: de propiocepción (que nos permite saber cómo está nuestra postura, percibir cómo estamos parados o sentados, etc.), sino también el sentido de la interocepción (que es la percepción de las relaciones internas, es decir, cómo el cerebro integra todo lo que ocurre dentro de nuestro cuerpo: cómo respiramos, cómo fluye la sangre, etc.).
Este último es un sentido prioritario, pues ante la información que viene de afuera (por ejemplo, cómo está nuestra postura), nuestro cerebro pone en primer lugar la información que viene de adentro (por ejemplo, cómo estamos respirando o si tenemos alteraciones en la temperatura). Esto es importante para el campo de la psiquiatría o la psicología porque permite ver la subjetividad, es decir, no sentimos de la misma manera, no somos iguales, somos diferentes. Esto nos hace una llamada para auto percibirnos, escuchar el cuerpo e integrar la información que viene de adentro del cuerpo.
Cada uno de nosotros siente y reacciona de diferentes maneras, y debemos percibir esas diferencias. Ahora bien, hay una relación con nuestro intestino; todo lo que hay allí: bacterias, enzimas, microorganismos, hongos, etc., influyen y se relacionan con nuestro sistema endocrino, nuestro sistema inmune, nuestro sistema nervioso. En la actualidad, las neurociencias dan mucha importancia al estudio de cómo esas bacterias que están en nuestro intestino regulan la actividad de nuestras hormonas y neurotransmisores.
La microbiota en nosotros depende de cómo se sentía nuestra madre en el embarazo, si hubo una intervención de una cesárea, o si el parto fue natural, o si tuvimos una alimentación artificial o natural, ya que el Calostro, ese primer líquido que sale de las mamas para alimentar al bebé, está lleno de sustancias que nutren el sistema inmunológico de una forma muy poderosa, determinando nuestra microbiota intestinal.
Esto nos lleva a reflexionar acerca de las neurociencias del bienestar que confirman la relevancia de los hábitos saludables, tales como tener consciencia de cómo nos relacionamos pues esto influye en la calidad de nuestra microbiota intestinal. También manejar factores que producen estrés, y cómo gestionarlo, es de mucha importancia porque el cortisol influye tremendamente en la pituitaria y genera una reorganización o alteración de la flora intestinal. Más aún, cómo vivimos los problemas, cómo es nuestra dieta, la regularidad en la práctica de ejercicios, los factores de contaminación de los lugares donde vivimos e, incluso, nuestra historia de vida, cómo fue nuestro nacimiento, nuestra niñez, son otras de las cosas que debemos de tener en consideración, pues todo ello cuenta.
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